Desinformación, no fake news

Las redes sociales se han convertido en una herramienta de confianza para todos los usuarios hasta el punto de ser importantes fuentes transmisoras de bulos

Francisco Guerrero
11 min readMay 19, 2021
Trabajador de una oficina de marketing digital programando publicaciones de redes sociales | Fuente propia

Bulo: noticia falsa propagada con algún fin. Esa es la definición proporcionada por la RAE para hablar de las mentiras que muchas veces se transmiten entre la sociedad. Aunque puedan parecer lo mismo, bulos y rumores no tienen significados iguales. Según Tamotsu Shibutani, los rumores son noticias improvisadas resultantes de un proceso de deliberación colectivo a partir de un hecho importante y ambiguo. Por tanto y siguiendo la definición de Shibutani, el rumor es una acción colectiva que intenta dar sentido a hechos confusos. Generalmente y como bien explica Barlett, los rumores se transmitían de boca a oreja. No obstante, la evolución de la tecnología ha cambiado en cierto modo el paradigma.

Allport y Postman se dedicaron a investigar las formas de transmisión del rumor. La conclusión a la que llegaron consta de tres leyes. La primera de ellas es la nivelación, una ley que postula que a medida que el rumor se extiende, este tiende a acotarse. No significa que sea más real, sino que es más concreto. La segunda de las leyes es la de la acentuación, que afirma que se hace hincapié en unos determinados detalles y estos se acentúan durante la transmisión. Así, es factible pensar que el rumor se distorsiona cada vez más con la propia transmisión. La última de las leyes está basada en la asimilación, consistente en reorganizar el rumor para darle sentido y hacerlo más congruente con el tema central. Darío Páez y José Marqués exponen en la obra Conductas colectivas: rumores, catástrofes y movimientos de masas que la inmensa mayoría de los rumores son de contenido negativo y pueden causar un fuerte impacto social.

Regresando a los bulos, la definición proporcionada por la RAE incluye un aspecto fundamental: son propagados con algún fin. Es decir, son transmitidos deliberadamente con el objetivo de conseguir algo. Y ese hecho es la principal diferencia o similitud, según la perspectiva que se le dé, con respecto a los rumores. Estos últimos suelen surgir por necesidades insatisfechas, para llamar la atención por algo… A modo de resumen y visto lo visto, el bulo está a caballo entre el rumor y la mentira. Puede presentar similitudes o diferencias en función del contexto. La mentira, según la misma RAE, es una expresión contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente, una definición que no deja lugar a las dudas. Eso sí, bulos, rumores y mentiras son una parte inherente a la condición humana, pues cualquier persona puede hacer uso de ellos en cualquier momento.

La verificación de hechos es una labor que existe desde los inicios del periodismo, no es más que poner en práctica los procedimientos del periodismo de investigación

Y todo esto para llegar hasta la cuestión estrella: las fake news. Su origen puede remontarse a muchos siglos atrás, pero fijando la atención en los medios de comunicación, uno de los primeros bulos apareció en el siglo XIX. En 1835, el New York Sun publicó artículos sobre un astrónomo real y un amigo inventado. El amigo falso afirmaba haber observado una extraña vida en la Luna. El propio periódico confirmó pocas semanas después que todo era mentira. Ha pasado mucho tiempo desde aquella mentira, pero la realidad es que, debido a la digitalización, el número de bulos ha aumentado con respecto al siglo XIX. Las fake news se transmiten digitalmente con el objetivo de desinformar y crear una cierta expectación en torno a una determinada cuestión.

Con la misión de no convertir la sociedad en un océano de bulos, muchos periodistas pasaron a especializarse en el fact-checking o comprobación de hechos. Como bien se explica en Biblioteca UNED, esta práctica consiste en el uso de técnicas y recursos digitales para comprobar contenidos e individuos. Siguiendo la línea de esta herramienta, la verificación de hechos es una labor que existe desde los inicios del periodismo, pues no es más que poner en práctica los procedimientos del periodismo de investigación. En 2010, el semanario Der Spiegel era el medio masivo que más verificadores tenía (cerca de 80 personas), según Columbia Journalism Review.

En base a la ya mencionada Biblioteca UNED, el fact-checking llegó a los medios digitales a principios de este siglo a través de la prensa anglosajona, siendo Estados Unidos uno de los primeros países en adoptar esta tendencia. La comprobación de hechos aterrizó en España casi a la par que en Estados Unidos. Fijando la atención en el artículo de Fernando López y Jorge Miguel Rodríguez El Fact Checking en España. Plataformas, prácticas y rasgos distintivos, en 2006 nació Ministerio de la Verdad, un medio que surgió de la mano de Alfredo Expósito con la finalidad de luchar contra la desinformación y el sensacionalismo. No sería hasta 2013 cuando Maldita Hemeroteca empezó con su labor verificadora hasta convertirse en lo que hoy se conoce como Maldita.es. Desde entonces, han ido apareciendo distintos medios o secciones de medios dedicados al fact-checking: Newtral, El Objetivo…

En la actualidad, hay influencers mejor posicionados que muchos periodistas y creando a veces contenidos de mayor calidad que bastantes medios de comunicación

En la actualidad, aparte de los medios de comunicación tradicionales, existen algunos medios que se dedican exclusivamente a investigar bulos para posteriormente confirmarlos o desmentirlos. En otras palabras, su actividad está centrada en el fact-checking o comprobación de hechos. Maldita y Newtral son dos medios verificadores españoles con mucha relevancia en el panorama actual. Ellos son expertos en desinformación. Las fake news son noticias falsas, al menos es la definición más conocida entre casi todos los ciudadanos de a pie, pero no es el significado correcto. Pablo Hernández, periodista en Maldita, afirma que a los medios verificadores no les gusta el tan repetitivo término fake news. “No nos gusta utilizar fake news. Consideramos que si es falso, no es noticia. Preferimos hablar de desinformación. Donald Trump es el que ha acabado contaminando el propio término de fake news de tanto utilizarlo con fines políticos. Nosotros preferimos hablar de desinformación”, explica Hernández.

En este sentido, hay unanimidad. Los compañeros de Newtral coinciden con Maldita. Jesús Espinosa, periodista en el ya mencionado medio verificador Newtral, se muestra claro en cuanto a la definición. “Hablamos de desinformación cuando nos referimos a contenidos falsos, que no noticas falsas. Hablamos de contenidos falsos porque si introducimos el término noticia, ya le estamos dando una categoría a esa desinformación que no tiene. No es una noticia, siempre ha sido un contenido falso. Nos referimos a contenido falsos que corren por las redes”, comenta Espinosa. Por si alguien duda del volumen de trabajo de estos medios de comunicación, multiplicado tras la irrupción de la pandemia, de nuevo Pablo Hernández disipa las dudas. “Tenemos un sistema en WhatsApp para toda nuestra comunidad que nos notifica de posibles bulos. Antes de la pandemia recibíamos unos 150 o 200 mensajes diarios; cuando empezó todo el tema del coronavirus había días que podíamos llegar a un pico de 2.000. Surgían a todas horas. Notamos una explosión brutal”, argumenta el periodista de Maldita.

Consumo de información en redes sociales durante la crisis de la COVID-19 en España, una investigación realizada por José Luis González, Carmen López y Alberto Hernández, ha destapado un dato muy revelador. El 97,5% de los encuestados en este estudio afirmó que había dudado alguna vez acerca de información sobre el coronavirus recibida a través de WhatsApp. No obstante, un 10% de esos encuestados admitió compartir información de la que había dudado. A pesar de que siempre ha existido un debate en torno a si WhatsApp es o no es una red social, el ejemplo es extrapolable a aplicaciones como Facebook, Twitter o Instagram. Pero, ¿por qué sucede esto? ¿Por qué la gente acaba compartiendo información de la que duda? Jesús Espinosa lo tiene claro, las emociones desempeñan un papel fundamental. “El problema que tiene la desinformación es que accede directamente a tus emociones. No responde a un contenido racional. No estás pensando racionalmente, sino de manera emocional. La desinformación juega en el terreno de las emociones, por eso es tan difícil combatirla. Es un impulso, frente a ese impulso hay que educar”, dice el periodista de Newtral.

Aproximación teórica a las redes sociales | Elaboración propia

Y es que las redes sociales tienen un rol importante en el ámbito de la desinformación; sin embargo, ¿qué son realmente las redes sociales? Marián Alonso, experta en comunicación, lo explica de forma directa. “Son una extensión de lo que se conoce como la web 2.0. En un primer momento, la prensa digital eran páginas planas. Con la llegada de la web 2.0 ya se permite lo que sería una respuesta”, explica Alonso. Desde otro punto de vista, Leticia Rodríguez, Doctora en Comunicación, las considera vehículos de comunicación esenciales. “Son una herramienta de comunicación fundamental para cualquier organización, ya que permiten un acceso a sus audiencias y públicos de una manera muy directa. Son vehículos de comunicación esenciales para las organizaciones”, cuenta Rodríguez. Resumiendo las palabras de ambas expertas, las redes sociales tienen su origen en la web 2.0 y permiten recibir ese feedback que hasta entonces casi no existía. Por consiguiente, son vehículos de comunicación muy importantes de cara a que las empresas puedan acceder a sus audiencias.

Por lo tanto, la intención de estos canales de comunicación es la interactividad. En palabras de Marián Alonso, “obtener un muestreo o un feedback de la persona que está al otro lado”. La experta en comunicación confirma que la intención de las redes sociales no ha cambiado desde sus orígenes. “La intencionalidad siempre ha sido la misma: la conectividad y la interactividad. Lo que ha variado es el uso que hacemos de las redes”, expone la docente en la Universidad de Sevilla. Es precisamente este cambio en el uso lo que ha convertido a estas herramientas de comunicación en transmisoras de bulos. Las redes sociales han pasado a ser canales de confianza para la gente, se ceden muchísimos datos personales y en muchas de estas redes se realizan publicaciones de la vida privada de las personas. Como consecuencia y debido a la confianza depositada en estas herramientas, aumenta la credibilidad de casi cualquier información. “De la misma manera que todo esto democratiza la comunicación, la gente con intención de desinformar entiende que las personas están viendo en las redes sociales una prescripción de confianza. Por ejemplo, la gente cuando lee algo en Twitter no desconfía tanto como cuando se lo cuenta alguien en la calle, cosa que es bastante curiosa”, dice Leticia Rodríguez.

La cuestión estrella llega ahora. ¿Qué influencia tienen las redes sociales en la transmisión de la desinformación? Para Marián Alonso, la influencia es elevada y exponencial debido al amplio entorno digital que existe en la actualidad. “Vivimos en un mundo interconectado. Lo tenemos todo a un golpe de clic. Las relaciones interpersonales se están perdiendo. En redes sociales comunicas a grupos mucho más amplios. El tema de la viralización es exponencial, cada persona que comparte la información está multiplicando el alcance del bulo”, comenta la experta en comunicación. Del otro lado, Leticia Rodríguez prefiere no dejar que todo el peso recaiga sobre las redes. “Son un factor fundamental, pero no el único. Hay otros elementos que han sido cruciales”, explica la profesora en la Universidad de Cádiz. Pero, ¿de qué elementos o factores se trata? ¿Qué preguntas hay que llevar a debate? “Hay que atender a por qué recibimos la desinformación de una determinada manera y por qué nos la creemos. ¿Qué está pasando en la sociedad? Hay que llevar a debate ese cuestionamiento”, reitera la propia Rodríguez.

“La gente cuando lee algo en Twitter no desconfía tanto como cuando se lo cuenta alguien en la calle, cosa que es bastante curiosa”, argumenta Leticia Rodríguez

En resumidas cuentas, las redes sociales se han convertido con el paso de los años en un lugar de confianza para el usuario. Se comparten incluso intimidades que hace un tiempo no se veían. Una vez que la persona confía en ese entorno de comunicación, toda información procedente de él es potencialmente creíble, ¿por qué desconfiar de un sitio de confianza? Es en este momento donde entran en juego el resto factores: la forma en la que se reciben los bulos (imágenes, links, textos…) y por qué la gente termina creyéndolos. Como ya se ha dicho, las reacciones emocionales desempeñan un papel importante a la hora de la transmisión, pero es precisamente este último hecho el que debe hacer reflexionar a toda la sociedad sobre lo que tiene delante. ¿Qué se puede hacer ante una información dudosa? Nadie mejor que un experto en verificación para hablar de ello. “Lo primero, no compartir esa información. Luego hay una serie de nociones básicas. Si te provoca una reacción muy visceral, ten cuidado. Comprueba también si llega por más de una fuente. Si esa fuente es un medio reconocido, puede ser cierto, pero si es un medio que no has escuchado nunca, es mentira. Básicamente, con estos consejos ya tienes la base para localizar un bulo”, revela Pablo Hernández.

En palabras de Leticia Rodríguez, “las redes sociales han venido para quedarse”. Como bien afirma la docente en la Universidad de Cádiz, en la actualidad hay influencers mejor posicionados que muchos periodistas y creando a veces contenidos de mayor calidad que bastantes medios de comunicación. Tal vez, la incógnita será saber si, en el futuro, las redes seguirán siendo públicas o si, por el contrario, serán cada vez más cerradas. Marián Alonso considera que la importancia no cambiará, pues en estos momentos ya son muy importantes. “No creo que vayan a tener más importancia de la que ya tienen. El futuro del periodismo pasa por el tema digital. Se está experimentando un cambio de modelo digital”, expone Alonso. La profesora en la Universidad de Sevilla, además, cree que las redes tendrán una relevancia capital en el feedback y en la viralización de los contenidos. “Las redes sociales van a servir para dar feedback o para viralizar los contenidos. Tenemos una población joven cuya relación con la televisión se basa en plataformas: Netflix, HBOA ese público es difícil llegar y las redes sociales pueden ser útiles para ello”, añade la experta en comunicación.

Imagen interactiva con algunas de las redes sociales más importantes del momento | Elaboración propia

Visto lo visto, es muy fácil pensar que las redes sociales tienen una influencia elevadísima en la transmisión de los bulos; de hecho, la tienen. No obstante, la sociedad en general también debe poner de su parte para cambiar esta tendencia tan negativa de la desinformación. Se trata de dos actores distintos, redes y sociedad, que convergen en un punto común, el entorno digital. En un entorno digital tan inmenso, las intenciones de las personas pueden ser tan variadas que hay gente dispuesta a transmitir mentiras. Así, los bulos se plantan en ese entorno en el que tanto confía el usuario para hacer creer todo lo que se publica. Por ello, es en ese punto en el que la sociedad debe plantearse las cosas. Muchos profesionales apuestan por la alfabetización mediática y digital como solución a este problema. Es más, comunidades como Cataluña ya han implantado este tipo de asignaturas en sus programas lectivos. En cualquier caso, el sector de las redes sociales es muy volátil, irrumpen unas y desaparecen otras. Con todo, las futuras tecnologías también pueden cambiar el rumbo del espectro comunicativo. Como bien diría Franklin Roosevelt, no siempre podremos construir el futuro para nuestros jóvenes, pero podemos construir jóvenes para el futuro.

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Francisco Guerrero

Estudiante de Periodismo en la Universidad Miguel Hernández de Elche | Amante del deporte